Tras ser madre, con la autorización de su marido, María Gertrudis Hore, 36 años – esplendida, inteligente, adulada – entra para siempre en la clausura de las monjas de la Concepción de Cádiz. Probablemente, ocurrió de noche en la primavera de 1778. Tras una vida de lujo y diversión en la ciudad de moda de aquella época, de manera aparentemente inesperada, su destino se tambalea. A los dos años de su ingreso en el convento se llama sor María Gertrudis de la Cruz Hore.
Los que se interesaron por esta gaditana – historiadores, críticos literarios – no intentaron conocer las verdaderas razones de su tardía entrada en religión, puesto que todos se acomodaron a la recreación novelesca de Fernán Caballero publicada en 1849: la Hija del Sol. En pocas palabras: la Hija del Sol (H.D.S.) tiene amante. Una tarde, su querido se acerca a su casa cuando unos desconocidos irrumpen de la nada y le apuñalan. Al día siguiente, la H.D.S. se asoma a la ventana, atraída por el sonido de la fanfarria de regreso de Jerez de la Frontera. De pronto, ve a su galán abrir la marcha. Fuera de sí, grita desesperada, escribe a su esposo ausente y, para expiar su culpa, toma el velo en el convento de Santa María.
En seguida tuve ganas de saber más, ganas de trabajar sobre el personaje, de desenmarañar el enigma. ¿Cómo la Iglesia aceptó a esta mujer casada como una más en esta comunidad de vírgenes?